27 enero 2006

Melancolía

A veces pienso que ya no somos la mente, la idea, el pálpito. No. Ahora nos desvelamos como la carne sin huella visceral ni azulado arroyo que la recorre en busca de sano órgano al que nutrir. La voluptuosidad de nuestro aliento desapareció junto con la frescura de la palabra suave, perdida en el recuerdo del algo que hubo. Ya no corremos asidos a los vientos silbantes que galopaban sin ceñirse a molde alguno; tampoco soñamos con soñar, no nos abanderamos de los más bellos intangibles de acción: aquellas utopías frescas de estímulo que bañaban de efervescencia las jornadas enlazándolas, venciendo las fechas. Nos escondemos tras el muro de la edad, el que construye subrepsticiamente la rutina en las almas que se abandonan a su suerte. No oigo los latidos, ¿dónde están?, ¿y el susurro de tus labios, la tibieza de tu voz en el justo extremo de la noche?
No maldigo más que haberlo conocido porque hoy es la daga hiriente que me arranca vida en cada pulso de recuerdo. Donde se construye la melaconlía.

20 enero 2006

Vástagos

Del mismo celestial polvo con que se gestan las estrellas habéis formado ambos seres pletóricos de cantos vivos; el diamantino cofre de un espíritu nuevo, forjado en el más infalible crisol donde sólo acomete grandes obras la mano inmensa que todo lo modela. Sois estrellas, como esencia divina: el espíritu emprendedor de todo lo que brota, el germen de la más pura ilusión, aquel del que nace el sincero esfuerzo y, con vuestra conquista, habéis creado un infinito firmamento de esperanza, alegría e ilusión que empuja cada uno de vuestros breves movimientos de bisoños seres telúricos. Sólo comparables con la magnanimidad de los vientos, tormentas, marejadas, tempestades, amaneceres, crepúsculos, bramidos, sonrisas… que nos ofrece la madre más inmensa de todas, de cuyas entrañas se pare cada día, cada vida.

02 enero 2006

Galope de Ideas

Todo se gesta, porque brota o nace de algún lugar; de lo más hondo, de lo recóndito, a veces, de lo olvidado. Porque lo hermoso, lo realmente bello, parte como viaje hasta llegar al lugar donde cede el testigo, el báculo que adorna nuevos pensamientos —Como la lluvia, resbala sobre la indiferente roca pero penetra a alimentar el sustrato allá donde brota la flor—. Por ello, si no merecemos el altar (que no anhelamos) allá donde se sientan a brindar los númenes de la bella melodía, donde se funde ritmo y palabra; sí que saborearemos, buscando la hidromiel, besando sutilmente la copa de la cual bebemos. Porque el sentimiento actúa en ocasiones como caballo desbocado que, en imprevisto ademán, se apodera de juicio y actos cuando más celestiales nos alzamos, pero bronco y salvaje es difícil de reprimir sin truncar su más poderosa entidad: su indómito movimiento.