08 mayo 2006

Memorias


Cuando la voluntad se adhiere a las vivencias ésta fluye como una espiral continua en derredor del camino que recorremos, al comienzo, más intensa con su círculo más cerrado, más difusa conforme el tiempo trasciende en otras vivencias, pero eternamente abre y cierra su ojo presentándonos su extraordinaria capacidad de recrear el instante, la sensación acaecida; bañando otros momentos de mágico revivir, en ocasiones, de mágico renacer. Cuando la voluntad enferma y obliga a los momentos a permanecer inmutables, atesorados, sin dejar ser bañados por nuevas y enriquecedoras vivencias, perdiendo la frescura que adquieren al ser regados por la vida nueva de cada jornada, por el quehacer del espíritu en cada sentido, termina ésta aferrada al espíritu cual costra dolorosa a la que arrancar cuesta pedazos de alma.

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Las nubes cuelgan, pesadas,
maduran en la tibia oscuridad, donde se ocultan,
racimos de uvas de nocturno azul
grávidas de vino,
que silenciosamente se vacían sobre la tierra,
grávidas del vino de la Profundidad,
grávidas de poder secreto
succionado del mar y del cielo
y amargo rocío en la región de la última tiniebla.

El vapor caliente de la vida
se condensa en gotas,
cae en la noche mortalmente silenciosa.
¡Eleva la copa! Vas a aprisionar
la llave que te conduce donde nadie ha puesto su pisada,
la tierra donde el espíritu, libremente,
más allá de los límites del tiempo,
goza durante eternidades
cosas que nunca se imaginan, ni se ven, ni se sienten.

Detrás de mundos en vigilia
hierven extraños mares de deseo y maldición,
hornos de fundición de las profundidades,
de los que saltó, como una salpicadura,
cuanto podemos ver.

¿Te atreves a recorrer ese camino
trazado en el ebrio arrebato del horror?
Aterrorizado, dichoso,
llegarás a la oscura casa de las Madres eternas...

Frágil sobre aguas infinitas,
flor de la Profundidad, que no vió nunca su raíz,
libélula de un día, miedosa de la noche,
alguna vez te habrá de recibir la noche de las Madres!
La Muerte es negra de dolor.
La Muerte es blanca de deseo.
Sumergido en sus olas susurrantes
olvidas tú la pálida costa brumosa de la vida.

Karin Boye, El Canto de Lilith