07 abril 2006

Sugiéreme la noche

Entre mis sienes se engendran pensamientos que acarician aquella visión superlativa que conforma mi recuerdo: Allá donde bebí estrellas mirando absorto el tililar de tus pupilas. Cuando en el momento álgido del deseo, erizándose el vello en el anhelo de que se depositase alguna brizna de tu aliento en mi oído, me sugeriste la noche. Si yo te abracé, separándote de la espiral oscura, inerte, en la que estabas sumida, si alcanzamos esa Vía Láctea que los amantes superan más allá de los sueños, fue porque atisbaste la profundidad de mi sentimiento y cruzamos el firmamento entre confines. Y me comprendías más allá de las palabras, en el palpitar intenso que abraza los espíritus hacia un objetivo trascendental, inmenso, intemporal que se conforma mágico porque no necesita del entendimiento… Allí tejimos, en el telar de los propósitos, el manto cálido e intenso que nos abrazó doquiera donde fulgurásemos.
Hoy deposito en una botella náufraga mi misiva desesperada, lanzándola al elíptico océano estelar donde espero que todavía camines fuera de penumbras, entre chispeantes bosques, donde Selene planta su jardín.