24 marzo 2006

Horas Bajas

Aquello que adormece es el dolor. No el dolor punzante que se hunde en las entrañas, el que extrae vida en cada golpe brutal hurtando la materialidad humana… No. Es el dolor triste que sume en la inanidad espiritual desvertebrando la acción del alma, decepcionando la ilusión sustentadora; el que hace destilar lágrimas cuando, mirando atrás, uno se da cuenta de que su posible salvación no resarcirá el pretérito: que éste no volverá; el vacío que surge al comprender que huyó un pedazo de espíritu con aquello que, anestesiados, dejamos ir. Porque el dolor material no es sino un mecanismo, mientras que el dolor del alma es un auténtico vacío. Porque si me dejas ir será sobre lo mero material, porque la construcción del Mundo es más elevada que un mero baile: es una danza cósmica difícil de comprender por aquellos que no se acercan a la noche a observar las estrellas sino a trasnochar, aquellos que duermen sin esperanza de dulces sueños, aquellos que viven sin esperanzas de dulces libaciones.
…Yo seguiré buscando la luz que encienda mi espíritu [puedes, si quieres, dejar las estancias apagadas].

22 marzo 2006

Reafirmación

No he querido ahogar mis palabras con palabras porque aunque el tiempo haya puesto en las frases un sentido otoñal, tal vez entre éstas se encuentra el sólido cimiento de mi tiempo. No pisaré frases con frases como mero cemento que enluce el muro de mi pasada circunstancia pues, si es muro, ¿no ha de ser más sólido que el propio adobe cuando con éste no se integra? No, no he de poner escritos sobre escritos soportando los primeros el peso de la tinta experta cuando han sido los artífices de algo o ese mismo por el que hoy escribo. Ni pondré las letras sobre las letras pues cada una de ellas tiene el incalculable valor de poderse acrisolar en un maremagnum inmenso de ideas que permutan los tiempos. Sobre aquello que trazamos se eleva el pedestal sobre el que podremos atisbar el horizonte y, si en definitiva, aborreces tus hechos ¿no es cuestionable tu existencia?