26 mayo 2006

A Veces Me Pregunto Sobre La Materialidad


Si en mis impulsos pudiera trabajar, con fuerzas me encuentro de elevar inmensas torres que acaricien el nebuloso vientre océano que de vertigioso azul celestial tiñe nuestras bóvedas; donde la terrible tormenta amenazante vaga con inexpugnable cólera eléctrica, escarbando la fuerza indómita de lo celeste seguro me veo de batir los encrespados mares de añil y, una vez alcanzada la distancia, conversar con las estrellas. Pero, como es el sustento a lo que mi jornada me encomienda, queda en vanas y fútiles obras el fruto de mi corto esfuerzo dándome cuenta de aquello que la voluntad libre es capaz de alcanzar; mientras, la intención prisionera, queda en un minúsculo intento de movimiento esclavo de la terrenalidad.

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Y era tu cara el borde de estos cielos,
el manto mío de las estrellas.
Al mirar hacia arriba no vi nada 
sino tu permanencia, las pinturas
de tu rostro, la deriva de tus antepasados
inundando las altas nubes. Esos son los ríos que se abren.
En otro tiempo fuimos encontrados
y ya vivimos en las primeras células,
en los abismos de los mares,
en las primitivas danzas que el asombro
le ofreció al fuego.
   
Por eso somos ríos que se abren, brazos, cauces,
 torrentes arrojados de un agua única y primigenia
Nada se diferencia de lo que somos y nada de lo que es está fuera de nosotros.
Tu resumes las viejas tribus, las cacerías,
los primeros valles sembrados
y mi sed recoge en ti toda la saga de 
este mundo. No son mitos,
el mito es la mentira:
que sólo existimos una vez,
que cada uno es sólo uno.
Todos viven en ti y tú vives.
Las olas del tiempo inmemorial
y las estrellas.
Oh sí manto mío de mis estrellas;
la noche te habla antes de sucumbir
al día, las grandes batallas perdidas,
el pasto de los antiguos clanes y de las tribus
remontando por nuestros cursos el corazón
de los caminos del corazón y tus tocadas praderas.

Los Nuevos Pueblos,
de Raúl Zurita.

12 mayo 2006

Final

Tal vez ya no haya más.
Sigilo, silencio,
porque la complicidad
de esta noche rota
queda en mil pedazos.
Una lluvia vítrea
[del tenso silencio]
sesga la fragilidad
[equilibrio sutil]
del abrazo cálido,
del tierno susurro
que dulcifica el espacio
atrayendo la eclosión
en el rosado pecho
del amante al amor;
el trémulo palpitar
del incandescente
deseo en el abrupto
precipitar del día.
Tal vez se extinga
con la futilidad
nacida en la levedad
de razón que mantiene
el peso de toda razón,
de todos los derechos,
aquel que no se atuvo
al inconsciente halo
inocente o pueril,
de la confidencia
del amor que busca
por aquella vocación
del amor que encuentra.

09 mayo 2006

Impromptus

Cuando sobre la pureza del jazmín la mariposa estalla en color y parece dibujar sobre su aroma la ondulante brisa que la transporta junto al sustento de su existencia; una realidad gestada a partir del brote, y un brote tal, que germina a partir de un impulso recóndito, inexplicable; muestra palpable que su precipitación de vida nunca es propia de lo expontáneo, sino del misterioso ayuntamiento de los magníficos enlaces terrenales que ofrecen la magnanimidad voluptuosa de la existencia.

08 mayo 2006

Memorias


Cuando la voluntad se adhiere a las vivencias ésta fluye como una espiral continua en derredor del camino que recorremos, al comienzo, más intensa con su círculo más cerrado, más difusa conforme el tiempo trasciende en otras vivencias, pero eternamente abre y cierra su ojo presentándonos su extraordinaria capacidad de recrear el instante, la sensación acaecida; bañando otros momentos de mágico revivir, en ocasiones, de mágico renacer. Cuando la voluntad enferma y obliga a los momentos a permanecer inmutables, atesorados, sin dejar ser bañados por nuevas y enriquecedoras vivencias, perdiendo la frescura que adquieren al ser regados por la vida nueva de cada jornada, por el quehacer del espíritu en cada sentido, termina ésta aferrada al espíritu cual costra dolorosa a la que arrancar cuesta pedazos de alma.

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Las nubes cuelgan, pesadas,
maduran en la tibia oscuridad, donde se ocultan,
racimos de uvas de nocturno azul
grávidas de vino,
que silenciosamente se vacían sobre la tierra,
grávidas del vino de la Profundidad,
grávidas de poder secreto
succionado del mar y del cielo
y amargo rocío en la región de la última tiniebla.

El vapor caliente de la vida
se condensa en gotas,
cae en la noche mortalmente silenciosa.
¡Eleva la copa! Vas a aprisionar
la llave que te conduce donde nadie ha puesto su pisada,
la tierra donde el espíritu, libremente,
más allá de los límites del tiempo,
goza durante eternidades
cosas que nunca se imaginan, ni se ven, ni se sienten.

Detrás de mundos en vigilia
hierven extraños mares de deseo y maldición,
hornos de fundición de las profundidades,
de los que saltó, como una salpicadura,
cuanto podemos ver.

¿Te atreves a recorrer ese camino
trazado en el ebrio arrebato del horror?
Aterrorizado, dichoso,
llegarás a la oscura casa de las Madres eternas...

Frágil sobre aguas infinitas,
flor de la Profundidad, que no vió nunca su raíz,
libélula de un día, miedosa de la noche,
alguna vez te habrá de recibir la noche de las Madres!
La Muerte es negra de dolor.
La Muerte es blanca de deseo.
Sumergido en sus olas susurrantes
olvidas tú la pálida costa brumosa de la vida.

Karin Boye, El Canto de Lilith

07 mayo 2006

Océano Ancestral


Entre la líquida magnitud estelar, reflejando el inmenso océano de orbes, sumergiéndonos entre la fértil espuma precursora de Venus, se escucha con sosiego los cantos ancestrales, ignotos cantos de númenes inmensos que articularon un cosmos desapercibido para las mañanas.

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Cuando emprendas tu viaje a Ítaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Posidón,
seres tales jamás hallarán su camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Posidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
ni los yergue un alma ante ti.

Pide que el camino sea largo.
Que sean muchas las mañanas de verano
en que llegues —¡con qué placer y alegría!—
a puertos antes nunca vistos.
Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes sensuales,
cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender, a aprender de sus sabios.

Ten siempre a Ítaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguardar que a Ítaca te enriquezca.

Ítaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.

Aunque la halles pobre, Ítaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Ítacas.

Constandinos Petros Cavafis, Ítaca

06 mayo 2006

En la Totalidad de las Horas


Aunque el tiempo se nos escape, yo poseo la totalidad de las horas en las que la felicidad nos empapó… Y sigo leyendo con lágrimas de niñez otro de los dogmas esenciales:

In my craft or sullen art
Exercised in the still night
When only the Moon rages
And the lovers lie abed
With all their griefs in their arms,
I labour by singing light
Not for ambition or bread
Or the strut and trade of charms
On the ivory stages
But for the common wages
Of their most secret heart.

Not for the proud man apart
From the raging Moon I write
On these spindrift pages
Nor for the towering dead
With their ninghtingales and psalms
But for the lovers, their arms
Round the griefs of the ages,
Who pay no praise or wages
Nor heed my craft or art.

Dylan Thomas, In My Craft Or Sullen Art

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A ti, navegante que has recalado por fortuna o ambición o negligencia o infortunio, a ti te digo, que no espero que comprendas, pero si, por alguna inexpliable causa, tu, como yo, lo logras sentir, y empapa tu espíritu, enjuga o precipita tus lágrimas; en el profundo e intrincado hueco que permanece completo el mensaje entre cada carácter, cada línea… A ti, cosmonauta, he de confesarte que no has terminado de recalar en puerto alguno, sino que puedes comenzar o proseguir tu procelosa búsqueda en este eterno archipiélago bañado de azul, siempre de azul.

05 mayo 2006

Crepúsculo


Este anochecer se me antoja largo y melancólico, con el tempi de un adagio, los últimos trinos del día entonan la sumisión al apacible letargo en el que la plateada divinidad esparce su suave lluvia de azul; allá en el extremo último de la jornada, donde el rojizo horizonte se ofrece abatido al recuerdo de su pletórica mañana en la que se bañó de luz, magnificando sus sierras, enriqueciendo de verdor la inmensidad vegetal de sus praderas. Los crepúsculos son así, como camino lacónico al reino de la noche, en la que los suspiros son el vaho que asciende como humo del combustible que conjuga los sueños aderezados de utópica ilusión, el único espacio en el que sin ser tangibles se disfrazan de realidad para los lunáticos: Ahora, ya no domina la óptica ilusión de la realidad tangible, sino el vasto reino de las penumbras, la obligada oscuridad de aquéllos que abandonaron sus sueños; pues en este reino son los pobres de solemnidad.

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En una noche oscura,
con ansias, en amores inflamada,
¡oh dichosa ventura!,
salí sin ser notada,
estando ya mi casa sosegada.
A escuras y segura
por la secreta escala, disfrazada,
¡oh dichosa ventura!,
a escuras y en celada,
estando ya mi casa sosegada.
En la noche dichosa
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa,
sin otra luz y guía
sino la que en el corazón ardía.
Aquesta me guiaba
más cierto que la luz del mediodía,
adonde me esparaba
quien yo bien me sabía,
en parte donde nadie parecía.
¡Oh noche, que guiaste!
¡Oh noche amable más que el alborada!
¡Oh noche que juntaste
Amado con amada,
amada en el Amado transformada!
En mi pecho florido,
que entero para él sólo se guardaba,
allí quedó dormido,
y yo le regalaba,
y el ventalle de cedros aire daba.
El aire de la almena,
cuando yo sus cabellos esparcía,
con su mano serena
en mi cuello hería,
y todos mis sentidos suspendía.
Quedéme y olvidéme,
el rostro recliné sobre el Amado;
cesó todo, y dejéme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.

San Juan de la Cruz. Noche Oscura