19 junio 2005

Soledad de los Grandes

JardínAleman
La soledad es el único compañero del ascetismo, incluso rodeado de las más variopintas congregaciones de hombres, el asceta se siente solo, ermitaño aún del más suntuoso palacio. Su misantropía no es una posición social o estética, es la situación en la que su lucha interna le aparta del común mundano que le rodea. En esa lucha se genera un diálogo interno, filosófico, entre las partes beligerantes del buscador, si los cimientos de su espíritu son sólidos, éste es más bien un monólogo en el que se definen los criterios de su búsqueda.

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«Al despuntar la aurora, hazte estas consideraciones previas: me encontraré con un indiscreto, un ingrato, un insolente, un mentiroso, un envidioso, un insociable. Todo eso les acontece por ignorancia de los bienes y de los males. Pero yo, que he observado que la naturaleza del bien es lo bello, y que la del mal es lo vergonzoso, y que la naturaleza del pecador mismo es pariente de la mía, porque participa, no de la misma sangre o de la misma semilla, sino de la inteligencia y de una porción de la divinidad, no puedo recibir daño de ninguno de ellos, pues ninguno me cubrirá de vergüenza; ni puedo enfadarme con mi pariente ni odiarle. Pues hemos nacido para colaborar, al igual que los pies, las manos, los párpados, las hileras de dientes, superiores e inferiores. Obrar, pues, como adversarios los unos de los otros es contrario a la naturaleza. Y es actuar como adversario el hecho de manifestar indignación y repulsa.»

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Marco Aurelio escribió sus Meditaciones en sus últimos años de vida y de gobierno, fiel siempre a un sentido autocrítico, como se aprecia en la obra, fue un reflejo de su propia ética. Su grandeza estriba en estar al servicio de sus ideas, como estoico no fue la grandeza del filósofo sino la capacidad de aproximar los actos de alguien tan cercano al poder [a la fácil corrupción] a la ética, demostrando ser un ejemplo de magnanimidad. Su lectura proporciona el bastión donde refugiar ideales cuando alrededor todo parece inconsecuente. Si creo en Dafnis y Cloe como lectura necesaria, hoy añado esta propuesta porque no me imagino haber pasado por este mundo sin haberla conocido.