18 junio 2005

Nuestro Junio

Flores
La cálida tarde me ha traído hoy, suspendida en el aire, una carta melancólica con la cadencia suave y dulce de los arpegios que febriles, embriagados, se grabaron en mi memoria. Se destilan nota a nota como virginales tintineos de lluvia sobre las flores de un edén de cristal tan frágil, tan melancólico, que los suspiros vuelan acariciando los finos pétalos vidriados produciendo notas que vierten en el profundo estanque de mi pecho, en cuyo espejo duplicaba el firmamento cuando tu mano era mi mano y de tu pecho el mío era reflejo. Yo sé que la dulce memoria ha permutado música que sonaba por esta melodía aún más dulce de aquel recuerdo, cuando bailábamos con los pies desnudos sobre la arena era el mar el que entonaba y nosotros… sólo oíamos nuestro anhelo.

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Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos».

El viento de la noche gira en el cielo y canta.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.

En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.

Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.

Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.

Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.

Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.

La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.

Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.

Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.

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…muchas noches después, en tu oído puso mi voz estos versos; y Neruda me enseñó sobre la suerte que contigo yo cosecho. Yo te tengo y tu me tienes y, en profundo ensueño, navegaremos.