10 junio 2005

Hoy no hay tiempo

Tiempo
Hoy no hay tiempo para llegar y los pasos se precipitan. Hoy, se encuentra todo lejano, distante… y el dolor en el pecho… se entumecen los sentidos. Hoy no hay Sol, no hay nubes que dibujen sus figuras. ¿Dónde está el viento que deje límpido mi rostro del sudor de la desesperación?, no tenía hoy tiempo de silbar. Tampoco hay tiempo de esperar ¡Corre, ya no pares más! sigue tu camino, ¡sal de esta encrucijada espacio-tiempo! (si al menos estuviera Einstein para explicármelo, pero hoy pasó corriendo). ¿Se escribirá Historia hoy? Nos da igual porque no hay espacio para este tiempo. Se me ocurre una cosa ¿y si paramos? Tal vez nos arrastre hoy también, pero quiero intentarlo, verificar si es el tiempo u ocultos fantasmas los que nos empujan en el transcurso del día.

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«Se detuvo, descabalgó y llevando el caballo de la brida, penetró en un oasis de arenas plateadas.
Alguien, un pájaro con cabeza humana, vino a su encuentro y le dijo con la voz amorosa de los pájaros:
— Has llegado, quien sea que seas, al País de los Tres Instantes…
Y luego le condujo, volátil y sublime, por un sendero de flores entre arenas plateadas, querenciosas las palmeras, la luna entre las nubes, despiertos los ruiseñores, a presencia de una beldad más diosa que mujer por momentos y, por momentos, más mujer que diosa.
Contemplarla extasiado, fuera de sí, Sansón de Aguamira, el capitán-caballero, oír el nombre de la que debía ser reina, por lo menos reina, Abail de Anatolia, caer de rodillas, entregarle la espada, ella se la pidió para besarla, mientras el pájaro con cabeza humana esperaba con el caballo a la entrada de la noche terrestre, todo sucedió en un instante.
— Quien sea que seas, sólo te quedan dos instantes, en el País de los Tres Instantes —le advirtió entre, un relincho y otro de su caballo, el pájaro con cabeza humana.
Mariposas nocturnas giran alrededor de Abail y el capitán-caballero.»
[…]

El Hombre que lo Tenía Todo Todo Todo,
de Miguel Ángel Asturias.

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La mezcla de un místico pensamiento indígena con retazos de occidental inmersión trae a la obra de Asturias un cristal que destila un mundo onírico en el que la realidad se convierte en un requiebro de sensaciones, acciones de personajes imaginados que adquieren un vida poética envidiable.