Placeres y Felicidad
Los pequeños placeres poseen el efímero empuje que activa los sentidos guardando sutilezas en la memoria. Son los vicios agentes que enmudecen sensaciones acaparando sin alternancia los sentidos, encaminando el espíritu hacia la indolencia. En el quehacer de un trabajo se forma la perseverancia que modela el espíritu para combatir los vicios y apreciar la minimidad entre infinitas amalgamas de tonalidades para todos y cada uno de los sentidos. Elegir un quehacer es elegir un carácter, seleccionar una visión de la vida; dedica energías en encontar el correcto.
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«“Pero también el alma (se dice) tendrá sus placeres.” Téngalos en buena hora, y eríjase en árbitro de la sensualidad y de los placeres, llénese de todas las cosas que suelen encantar los sentidos, después vuelva los ojos al pretérito y, al acordarse de los placeres pasados, embriáguese con los anteriores y anticipe ya los futuros, apreste sus esperanzas y, mientras el cuerpo se abandona a los festines presentes, ponga el pensamiento en los futuros; tanto más desdichado me parecerá por ello, pues tomar lo malo por lo bueno es locura. Y sin cordura nadie es feliz, ni es cuerdo aquel a quien le apetecen cosas dañosas como si fueran las mejores. Es feliz, por tanto, el que tiene un juicio recto; es feliz el que está contento con las circunstancias presentes, sean las que quieran, y es amigo de lo que tiene; es feliz aquel para quien la razón es quien da valor a todas las cosas de su vida. Los mismos que dijeron que el sumo bien es el placer, ven en qué mal lugar lo habían puesto. Por eso niegan que se pueda separar el placer de la virtud, y dicen que nadie puede vivir honestamente sin gozo, ni gozosamente sin vivir también con honestidad. No veo cómo pueden cinciliarse estas cosas tan diversas. ¿Por qué, decidme, no puede separarse el placer de la virtud? ¿Sin duda por que el principio de los bienes reside siempre en la virtud, y también nacen de sus raíces las cosas que amáis y apetecéis? Pero si fueran inseparables, no veríamos algunas cosas agradables pero no honestas, y otras, en cambio, virtuosísimas pero ingratas, y que se han de realizar entre dolores.»
Placer y Felicidad, Lucio Anneo Séneca.
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