Estío
En la campiña clama el estío con su abrasador aliento de mediodía, donde tan sólo una elíptica figura rompe la quietud brindando el magnánimo blanco de su navegar en el océano de brisas apaciguadas al batir sus alas con la parsimonia que el paisaje impone. Mis pensamientos la siguen más allá de mi vista, elevándose sobre la pesadez que en el entorno impera deseando liberarse de la conformidad circunscrita al momento de abrasadora quietud.
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La fuerza que por el verde tallo impulsa a la flor
impulsa mis verdes años; la que marchita la raíz del árbol
es la que me destruye.
Y yo estoy mudo para decirle a la encorvada rosa
que la misma fiebre invernal dobla mi juventud.
La fuerza que impulsa el agua entre las rocas
impulsa mi roja sangre; la que seca los arroyos parlantes
vuelve cera los míos.
Y yo estoy mudo para contarle a mis venas
cómo la misma boca bebe del manantial de la montaña.
La mano que arremolina el agua del estanque
remueve las arenas; la que amarra las ráfagas del viento
iza mi vela de sudario.
Y yo estoy mudo para decirle al ahorcado
que el barro del verdugo está hecho de mi arcilla.
Los labios del tiempo sorben del manantial;
el amor gotea y se acumula, mas la sangre vertida
calmará sus pesares.
Y yo estoy mudo para decirle al viento en la intemperie
cómo ha trazado el tiempo un cielo entre los astros.
Y yo estoy mudo para decirle a la tumba de la amada
que en mi sábana avanza encorvado el mismo gusano.
La Fuerza Que Por El Verde Tallo Impulsa La Flor, de Dylan Thomas
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