20 mayo 2005

Los mitos humanos

Roma

Idealizaron númenes no como deidades imperturbables a su Historia, ajenas al Hombre que estaba sujeto a sus avatares como sino, porque el destino es un camino ligado al hombre en el que no hay rebelión fructuosa. Son sus dioses, por tanto, la extrapolación de las pasiones, virtudes y vicios más humanas, espirituales y depravadas que desde los ignotos tiempos en que se pudo discernir un mito nos han acompañado. Creo que son los griegos los que mejor han entendido la relación Hombre-Naturaleza, el gran mito griego es la propia esencia humana en su lucha por inmortalizar su hazaña en ser recordado por generaciones venideras. Leer la Teogonía de los griegos es revivir, de alguna forma el espíritu luchador del Hombre en un esfuerzo por conceptualizarse, ser algo más que Hombre-materia y llegar a ser Naturaleza-Espíritu.

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«¡Pastores del campo, triste oprobio, vientres tan sólo! Sabemos decir muchas mentiras con apariencia de verdades; y sabemos, cuando queremos, proclamar la verdad.»
Así dijeron las hijas bienhabladas del poderoso Zeus. Y me dieron un cetro después de cortar una admirable rama de florido laurel. Infudiéronme voz divina para celebrar el futuro y el pasado y me encargaron alabar con himnos la estirpe de los felices Sempiternos y cantarles siempre a ellas mismas al principio y al final. Mas, ¿a qué me detengo con ésto en torno a la encina o la roca?
Comencemos por las Musas que a Zeus padre con himnos alegran su inmenso corazón dentro del Olimpo, narrando al unísono el presente, el pasado el futuro. Infatigable brota de sus bocas la grata voz. Se torna resplandeciente la mansión del muy resonante Zeus padre al propagarse el delicado canto de las diosas y retumba la nevada cumbre del Olimpo y los palacios de los Inmortales.

Teogonía,
Hesíodo.