13 mayo 2005

Mis bolsillos como carcaj



Como aljaba repleta de saetas donde los dardos sean las palabras que sólo hieran la somnolencia del espíritu, la quietud del pensamiento, la indolencia y el desdén que deja incompleto el milagro humano como una enorme torre de inmensa fachada pero hueca; en la que ningún espíritu mora.

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Hay tres lecciones que yo trazara
con pluma ardiente que hondo quemara,
dejando un rastro de luz bendita
donde un pecho mortal palpita.

Ten Esperanza. Si hay nubarrones,
si hay desengaños y no ilusiones,
no frunzas el ceño, su sombra es vana,
que a toda noche sigue un mañana.

Ten Fe. Allá donde tu barca empujen
brisas que braman u ondas que rugen,
Dios —no lo olvides— gobierna el cielo,
y tierra, y brisas, y barquichuelo.

Ten Amor, y ama no a un ser tan sólo,
que hermanos somos de polo a polo,
y en bien de todos tu amor prodiga,
como el sol vierte su lumbre amiga.

¡Crece, ama, espera! Graba en tu pecho
las tres, y aguarda firme y sereno
fuerzas, donde otros tal vez naufraguen,
luz, cuando muchos a oscuras vaguen.


Tres Palabras de Fortaleza, Friedich Schiller.

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El clarividente optimismo de Schiller es algo más que un ideal, es una razón, un convencimiento capaz de contagiar a cualquier alma. Sus flechas son dardos luminosos que enlazan una utopía con una búsqueda del ideal.