El náufrago de sueños

En la lontananza, en el extremo donde el océano forma un hilo verdemar
con el firmamento y se apresura en un precipicio de incógnita para
sostener una bóveda de luminarias, ya no ve las estrellas jugueteando
enrevesadamente con sus caprichosas constelaciones; tampoco el suave
murmullo del vaivén espumoso, donde el mar, acaricia la suave arena es
melodía para sus oídos. Todo porque decidió no lanzar aquella única
botella que poseía y conservarla para sí; porque pensó que lo poco que
tenía era demasiado valioso para que llegara a otros y no se dignó a
lanzar un mensaje a quien le pudiera escuchar.

Por ello, no tendrá nunca la maravillosa sensación, aquella que tiene
el náufrago que mira el horizonte en busca de aquella esperanza que le
extrae del común de la arrolladora muchedumbre de solitarios
habitantes de escollos.

[…]

- - -

«Si describo conjuntamente mi alma y mi cuerpo,
son una familia indisoluble,
una roca inamovible.
Sabemos de qué están compuestas las montañas,
pero nuestro entendimiento
no abarca toda su extensión.
Así, de nosotros mismos sólo sabemos
lo que se quiere que se sepa.
¿Por qué vacilan los corazones
y son vencidas las pasiones?
El espectro de la muerte
nos sale al paso en la consecución de los deseos,
y en el camino de la salud
al paso nos salen las enfermedades.»

Treno, de Ibn Wahbun.