06 mayo 2005

Cosas que hacen que la vida valga la pena…

Decía Goethe que una de las formas de educar la sensibilidad consistía en, todos los días, observar una obra de arte, leer un buen poema y escuchar una hermosa pieza de música.

Los tiempos de Goethe no han quedado relegados al pasado, no ya en el ámbito temporal, sino en una dimensión que trasciende al espacio-tiempo como comúnmente lo entendemos. Un lugar/momento donde los ámbitos son el contexto porque, simplemente, su arrolladora fuerza de creación ha trascendido el tiempo en el que fueron creados. Ésto es entendido también como «clásico».

Primero una acción se materializa en obra y, luego, su importancia la convierte en una entidad extratemporal por la sencilla razón de abarcar algo universal que transciende al contexto social del momento para convertirse en parte de nuestra cultura.

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«Un muchacho que no lejos apacentaba vacas, también él lindo y cantarín igual que la zagala, puesto a rivalizar con sus canciones hizo gala, a su vez, de una voz más potente, que por algo era varón, pero dulce, como propia de un muchacho, y a ocho de las vacas, las mejores con este hechizo extraviadas se las llevó con su rebaño.
»Se duele la zagala con el daño recibido en su ganado, a más de verse derrotada en sus canciones, y a los dioses les suplica que antes de estar en el hogar de vuelta se haya convertido en ave. Los dioses acceden y la mudan en el pájaro ese, montaraz cual la zagala, y como aquélla melodioso. Y aún ahora con su arrullo denuncia su infortunio, queriendo recobrar sus vacas.

»Placeres como éstos les traía el verano. Pero, cuando ya el otoño estuvo en su apogeo y maduros los racimos, unos piratas tirios que tripulaba una nave caria para no pasar por extranjeros, fueron a tocar en la campiña y, desembarcando con petos y machetes, expoliaban cuanto a las manos les venía, vinos olorosos, grano en abundancia, miel de los panales. Se llevaron incluso algunos bueyes del hato de Dorcón. Y a Dafnis lo sorprenden caminando al azar por el borde de la playa, pues Cloe, como zagala, por miedo a los pastores insolentes sacaba más tarde los ganados de Driante. Y, al ver a un mozalbete crecido y apuesto y de mayor valía que lo que rapiñaban de los campos, ya no se ocuparon para nada ni de las cabras ni del resto de las fincas y lo condujeron a bordo de su barco entre sollozos, sin crecursos y con sus gritos invocando a Cloe. Y soltando la amarra y empuñando los remos se alejaban mar adentro, y en esto que Cloe llegaba con su grey y una zampoña nueva que de regalo le traía a Dafnis. Al ver el alboroto de las cabras y oír que Dafnis la llamaba con gritos más agudos cada vez, no piensa en sus ovejas, tira la zampoña y a todo correr se presenta donde destaba Dorcón a demandar ayuda.

»Pero Dorcón yacía en tierra, quebrantado por los piratas con profundas heridas; apenas alentaba y perdía sangre a chorros. Con todo, al ver a Cloe, recobrando un pequeño rescoldo por su viejo amor le dijo: “Yo, Cloe, estaré muerto dentro de poco, pues los impíos salteadores por luchar en defensa de mis bueyes me han abatido como a un buey. Mas tu salva para ti a Dafnis, véngame a mi y a ellos destrúyelos. He enseñado a mis vacas a seguir el tañido de mi flauta, a perseguir su melodía, por lejos que esté el sitio donde pasten. Ve, pues, toma esa zampoña y toca el aire aquel que yo enseñé una vez a Dafnis y Dafnis a ti. El resto correrá a cargo de la flauta y de las vacas que allí están. Y la zampoña misma, con la que en competición derroté a muchos boyeros y cabreros, de regalo te la dejo. Y tu, a cambio de esto, mientras aún vivo, bésame y, cuando haya muerto, llórame. Y, cuando veas que otro lleva mis vacas a pastar, acuérdate de mí.”»
Dafnis y Cloe» de Longo]

Dafnis y Cloe era un libro que Goethe recomendaba leer, al menos, una vez al año. No se puede dejar de leer, al menos, una vez en la vida.

1 Commentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

Hermoso, realmente hermoso,

Mirá tu lo siguiente que recogí navengado por el ponto cibernético

Alfred Lord Tennyson (1809-1892):
He allí el puerto; el barco hincha la vela;
crecen las sombras en los anchos mares. Marineros míos,
almas que os habéis afanado y forjado junto a mí,
que conmigo habéis pensado, que con ánimo de fiesta
habéis recibido el sol y la tormenta y les habéis
opuesto frentes y corazones libres: sois viejos como yo;
con todo, la vejez tiene su honor y sus esfuerzos;
la muerte todo lo acaba, pero algo antes del fin
ha de hacerse todavía, cierto trabajo innoble,
no digno de hombres que pugnaron con dioses.
Ya se divisa entre las rocas un parpadeo de luces;
se apaga el largo día; sube lenta la luna; el hondo mar
gime con mil voces. Venid amigos míos,
aún no es tarde para buscar un mundo más nuevo.
Desatracad, y sentados en buen orden amansad
las estruendosas olas; pues mantengo el propósito
de navegar hasta más allá del ocaso, y de donde
se hunden las estrellas de occidente, hasta que muera.
Puede que nos traguen los abismos; puede
que toquemos al fin las Islas Afortunadas y veamos
al grande Aquiles, a quien conocimos. Aunque
mucho se ha gastado mucho queda aún; y si bien
no tenemos ahora aquella fuerza que en los viejos tiempos
movía tierra y cielo, somos lo que somos:
corazones heroicos de parejo temple, debilitados
por el tiempo y el destino, más fuertes en voluntad
para esforzarse, buscar, encontrar y no rendirse.

6/5/05 16:54  

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