…Hoy se están terminando de inundar los arrozales…

Al fondo, en el horizonte, el destelleante anillo despunta su dominio sobre el Orbe, orgullosamente se mira reflejado en el inmenso lodazal que inunda a lo ancho y largo el territorio fecundo, donde el inmenso germen late al compás de una vibración acorde a todo ser animado, a toda criatura (que en lo más hondo de su ser conoce las mágicas claves de esta aventura tectónica).

Se escribe así, compás a compás una efervescente sinfonía salvaje de la que el Hombre tan sólo vislumbra vagamente una melodía, sin atisbar siquiera, el contrapunto ni la coloratura que la torna cósmica.

Sinuosamente, de manera regia e imparable se produce la consumación de un brutal alumbramiento renovando un ciclo imperturbable en el que el verdor resplandece prestando su tinte al perfumado aire que difunde la esencia vital, embriagadora, de tal desenlace dionisiaco.